Ficción sensual


Mayo 25, 2018 
Muchas mentiras fueron creadas a imagen y semejanza del hombre-macho a lo largo del tiempo. Algunas fueron desterradas y otras perduran hasta nuestros días.
Engaños psicológicos, sociales, culturales y económicos moldean nuestras relaciones generando entornos malignos. Algunos, más dañinos que otros.
Quiero aclarar que parto de la premisa de que cualquier hecho que parta de la interpretación propia y se transforme en una verdad absoluta es de por sí violento ya que la creación de las mismas esquiva todo tipo de diálogo.
Funcional a un modelo económico machista y patriarcal, el mito de la mujer-objeto, alejado de toda concepción reflexiva, se mantiene vivo hasta nuestros días.

"La reflexión parece ser un proceso mucho más complejo y difícil que las personas elegimos no tener, debido a la inmediatez que presenta el mundo, y que los medios acompañan para poder perpetuar el problema"

La cosificación sexual es el proceso de representar o tratar a alguien como un objeto sexual que sirve para el placer de otra persona.
Esporádicamente, y debido a la “tapa” de algunos medios de comunicación, el problema es puesto en escena. Una moda, donde los medios venden y las personas consumen para intentar entender la problemática de una manera superflua sin acercarse a la raíz de la misma. Nos embanderamos durante algunos días, horas, minutos, segundos, y luego cambiamos de canal, evaporandose el problema (muy pocos son los que persisten en la lucha por problematizar dicho conflicto), manteniéndonos pobres de toda solución a dicho conflicto.
Difícil parece cuestionar el problema de base, acostumbrados a no reflexionar sobre las contrariedades que presenta nuestra sociedad. Consumimos y cambiamos. La reflexión parece ser un proceso mucho más complejo y difícil que las personas elegimos no tener, debido a la inmediatez que presenta el mundo, y que los medios acompañan para poder perpetuar el problema.

"En este mundo gobernado por el exceso de respuesta, parece difícil poner interrogantes y ser cuestionadores de nuestra cultura"

Nuestro sistema actual se ha desarrollado bajo el paradigma del consumismo y de la falta de capacidad crítica por parte nuestra, y aquí no me refiero ya a lo material, sino, como lo he mencionado arriba, a las problemáticas diarias.
La educación funcional a la creación de personas impulsivas y receptivas, cuya necesidad es lo inminente, se encarga de crear una cultura donde no hay lugar a la pregunta. En este mundo gobernado por el exceso de respuesta, parece difícil poner interrogantes y ser cuestionadores de nuestra cultura.

Creo que la objetivación de la mujer pone en juego la estructura de poder, género y sexual. La existencia misma permite la supremacía de los hombres como sujetos del consumo, sin que ellos se aseguren ningún reparo ético. La ficción en la que nos encontramos está inerte en el rol sexista que perpetúan y refuerzan los roles de género. Unos consumen, otros venden. Los medios dejan en el mercado de la oferta y demanda de noticias, esquivando la reflexión, transformando y moldeando el deseo de la sociedad a través de la publicidad, y el resto juega el papel que le es asignado, sin ningún cuestionamiento, tanto hombres como mujeres.

En el discurso público, el tema no se toca aunque la cultura de la cosificación se haya expandido a nivel local, nacional e internacional. Se ven más imágenes y casi un 90% de los cuerpos cosificados son de mujeres.
La naturalización del conflicto hace perpetuar el gran problema, perdiendo la capacidad de identificarlo.

"Una sensibilidad legitimada por millones de víctimas silenciadas empezó a ser enunciada en circuitos antes clausurados"

Cabe destacar que la exposición automática de la misoginia genera respuestas. En los últimos años, gracias a silenciosas, persistentes y muchas veces ninguneadas luchas feministas, algo implosionó en Argentina. Sucedió, en formato de movimiento social, bajo el apelativo de “#NiUnaMenos” y se instaló como la expresión de un agotamiento acumulado ante los rítmicos y persistentes asesinatos cotidianos de mujeres. Pero la indignación por los femicidios –un largo genocidio por goteo que lleva milenios— abrió las puertas, también, para que seamos interpelados sobre el resto de las prácticas misóginas que “autorizan” a gran parte de los varones a sentirse dueños de la vida y de la muerte de las mujeres.
Una sensibilidad legitimada por millones de víctimas silenciadas empezó a ser enunciada en circuitos antes clausurados. Nuevas voces empezaron a interrogar a una sociedad –y sobre todo al mundo masculino— acerca de su/nuestro silencio cómplice, de su apatía indiferente y de su acostumbrada negación de lo evidente: el acoso, el abuso, la violación, la desigualdad económica y otro sinnúmero de violencias manifiestas e invisibles empezaron a ser registradas por miles de activistas y militantes que anunciaron su cansancio frente a la consabida sordina de los “mundos privados”. Pero no alcanza.

"Necesitamos transformar la cultura de la respuesta por una pedagogía de la pregunta"

La educación, como medio de este sistema de consumo no permite actores reflexivos ya que necesita que compremos sin parar.
Necesitamos transformar la cultura de la respuesta por una pedagogía de la pregunta, del cuestionamiento. Formar personas críticas: al entorno, a la cultura, a la sociedad toda, para poder hacer un cambio que permita transformarnos actores de nuestras vidas y futuros, cuestionando aquella ficción sexista, machista y violenta, naturalizada para poder así erradicar la violencia y transformar el mundo.

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