Laboratorio de la violencia

Por: Diego Lerner

Nos encontramos en el paradigma de la verdad absoluta, la proliferación de respuestas y la incapacidad de diálogo, funcionales al sistema socio-cultural. No hay necesidad de diálogo, debido a que cada uno defiende su realidad, sin obligación de escuchar al otro.
La última mitad del siglo XX puede ser recordada por el avance desenfrenado del progreso tecnológico, así como también, por la creación de nuevas formas de control social, cultural, económico y político que moldean a la sociedad en una crisis donde la violencia se encuentra en todos los dominios.
Crisis de identidad, cultural, ideológica y de sentido.
Parece ser que el desarrollo de la educación y de la humanidad, día a día, acentúan su antagonismo, llegando a vislumbrarse un anacronismo sin precedentes.


¿Son acaso coherentes los sistemas educativos actuales, tradicionales? ¿A quiénes son funcionales? ¿Podemos encontrar un objetivo a gran escala o podemos diferenciar particularidades a lo largo del mundo?
Estas y otras tantas preguntas podrían ser los disparadores para empezar a repensar el paradigma educativo.

Pensado hace ya doscientos años y, dando respuestas a problemas coyunturales, parece ser que la brecha entre el mundo y la educación se aceleran debido al abandono, de este último (cabe recalcar que si bien han habido cambios, los mismos no fueron repensados desde su estructura). Los sistemas educativos estandarizados se han quedado obsoletos, coherentes al sistema económico, funcionales a un mundo irreflexivo, que necesita una educación de consumo y no individuos críticos.
La posibilidad de pensar y repensar el mundo, cuyo motor tiene que ser la pedagogía crítica, fue reemplazado, por uno que responde a muy poco: estudiar para cumplir el “mandato”, estudiar para aprobar, estudiar para pasar de año. Con algunos micro-cambios.
La motivación y el interés por aprender son fogoneados, tapados, por la creación de una estructura que se aleja del interés de aquellos que la consumen.
La educación actual y tradicional no responde a ningún interés moderno transformador sino al contrario. La escuela de hoy, enseña a ser competitivos cuando rotula a un estudiante bajo una condición numérica; a buscar sus propios fines, cuando clasifica a los estudiantes entre buenos y malos, regulares o excelentes, deficientes o superiores, bajos o altos; a ser egoístas, cuando poco les interesa el Ser del estudiante, sus sentimientos, emociones.
Un mundo atravesado por una profunda transformación, en un sistema que espera producir homogéneamente una masa de capital humano preparado para responder a las necesidades de unos pocos.
Son insuficientes los que terminan siendo parte e incluidos y una gran mayoría la que queda afuera.
La crisis del mundo es una crisis educativa, la educación libre, afectiva, colectiva e innovadora es una utopía para una sociedad capitalista. Los modelos tradicionales no hacen frente a las necesidades del hombre contemporáneo.

La violencia blanda, aquella que es imperceptible pero no menos dañina, motorizada por la creación de verdades absolutas, por la reproducción de respuestas, gestada en la educación, parece ser la generadora de conflictos en nuestra actual sociedad (está claro que hay un abanico de modelos de violencia, pero que no pretendo hacer alusión a todos acá).
La pedagogía de la respuesta tiene un tinte irreflexivo. No hay pregunta porque no hay cuestionamientos, “esto es así”.

Al interior de la educación, las materias no son cuestionadas, los profesores no son cuestionado: son los sabios y para llegar a ser uno de ellos hay que sortear etapas como la evaluación. El adiestramiento y el acatamiento, inhiben la capacidad de diálogo formando (o intentando formar) personas dogmáticas. La clara falta de conversación debido a las banderas que cada uno defiende produce un choque que penetra en toda la sociedad.

Necesitamos transformar la pedagogía de la respuesta por una de la pregunta, del cuestionamiento. Formar personas críticas: al entorno, a la cultura, a la sociedad toda, para poder hacer un cambio que permita erradicar la violencia y transformar el mundo. Para eso necesitamos cambiar el paradigma educativo.

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