Otra loca

Por: Diego Lerner

En las últimas décadas, durante la dictadura y en pleno proceso democrático, “Las locas de Plaza de Mayo” se consolidaron como símbolo de la lucha por la memoria, la verdad y la justicia, enfrentándose a un orden que pretendía acentuarse sobre las leyes de indulto intentando postergar cualquier intento por acercarse al esclarecimiento de lo ocurrido durante el genocidio.
Para poder consolidarse, la dictadura llevó adelante un plan sistemático de destrucción de la educación pública, la cultura y las artes, del discurso crítico (reflexivo) con claras consecuencias en nuestros días.



La naturalización legitimada culturalmente sobre la prostitución, vulnera los derechos de mujeres, niños y niñas explotados en dicha práctica mercantil  funcional a una sociedad cada vez más deshumanizada; permite la desaparición con vida de miles de personas para la esclavitud basada en el dominio masculino y la sumisión femenina.
Dadas las dimensiones que está adquiriendo la trata, cada día es más habitual dejarse llevar por el discurso fácil, sencillo y directo de la legalización y abandonar la reflexión sobre las raíces de la prostitución y las consecuencias no deseadas o no previstas de su normalización.
La cosificación de la mujer es apoyada y manipulada por un aparato multimediático que ubica a la mujer en un lugar de objeto, acentuando la sociedad patriarcal y alejándonos de una igualdad de género. Ejemplos como este se pueden hallar en diversos lugares como la vía pública, diarios y revistas y, también, en programas de alto alcance social como los conducidos por Tinelli o Jorge Rial (Véase “La Tinellización de la mujer”).

A partir de la desaparición de Marita Verón ocurrida el 3 de abril de 2002, con la intención de ser utilizada en el mercado de la trata de personas, su madre pasó a ser  ícono de la lucha por los derechos humanos, dentro y fuera de Argentina. País cuyo predomino de la cultura machista permite la pr
áctica de la prostitución.

La búsqueda de su hija hecha por la ”Loca” puso en tela de juicio todo el aparato cívico que violaba y atentaba contra la vida de miles de mujeres, no sólo la de Marita Verón.
Al igual que lo hicieron “Las locas de Plaza de Mayo”, Susana Trimarco se enfrenta a todo un aparato que intenta deslegitimarla y alejarla del esclarecimiento de la desaparición de su hija. Un conflicto en el cual la explotación infantil y adulta se encuentra aceptada por jueces, políticos y  por la sociedad civil (Cabe destacar que intento hacer una generalización frente a una conducta, sabiendo que el patrón no es absoluto).

La madre de Marita Verón se suma al colectivo de “Locas”. Alejadas de su singularidad se convierten en banderas por la lucha de los derechos humanos intentando modificar el entorno por un mundo más humano, en el que el otro, la otredad, no sea sinónimo de enemigo.
En una coyuntura desfavorable el silencio, el poder económico, político y judicial operan sobre bases en las cuales la excepción se transforma en norma, lo reprochable en cotidiano y, de esta forma, permiten que se den con normalidad dichas prácticas.

La reflexión sobre la prostitución tiene que girar en torno a nuestro horizonte pedagógico y el mundo que queremos construir; sumarnos a la lucha por un mundo crítico y transformando, las “Locas”, en una bandera por la igualdad.


Discutiendo y desterrando los argumentos que legitiman la práctica de la prostitución podemos acabar con la compra de personas. Es aquí donde nos jugamos el concepto de la condición humana y sobre el cual debatir. Construyendo paradigmas nuevos.

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