Escuelas Waldorf y Montessori, otra forma de educación

Fuente: La voz
Fecha de publicación: 02/03/2014
En los últimos 15 años, aumentó de manera notable en Córdoba la demanda de escuelas no tradicionales. Las familias buscan instituciones desestructuradas, adonde los niños concurran con placer y disfruten su aprendizaje.


“O lo educan ustedes o lo saco del sistema”. Así se presentó una mamá a un centro de educación alternativa de la ciudad de Córdoba. Estaba enojada con la experiencia anterior en colegios tradicionales. La familia buscaba una escuela distinta; un lugar donde su hija se sintiera feliz, lejos de lo que consideraba un perimido modelo de enseñanza. Una escuela más cercana a la naturaleza, el arte y los sentidos que a la tecnología y los estímulos virtuales. Un aprendizaje que siguiera el ritmo del desarrollo del ser humano, para que el conocimiento sea una parte del proceso, no el todo.
Los centros de educación alternativa aparecieron hace 15 años en la provincia, pero su cantidad aumentó exponencialmente en los últimos tiempos a pesar de que la mayoría no cuenta con certificación oficial del Ministerio de Educación.
El último impulso lo dio, quizás, el documental argentino La educación prohibida, que a mediados de 2012 se reprodujo en YouTube a una velocidad increíble: 4,5 millones de veces en dos meses (hoy tiene 8.714.199 reproducciones).

La película cuestiona con dureza el sistema educativo tradicional y propone un cambio de paradigma para terminar con un estilo casi prusiano (según se infiere del filme) de enseñar y aprender. Dirigido por un joven de 24 años que se valió del crowdfunding (financiación colectiva por Internet) y con licencia Creative Commons (cualquiera es libre de verlo, descargarlo, copiarlo, reeditarlo), el documental critica la currícula escolar, las calificaciones, los uniformes, los horarios y la obligatoriedad de la asistencia; y muestra experiencias exitosas de educación no convencional en distintas partes del mundo.
 En Córdoba
“El interés en la pedagogía Waldorf se ha incrementado de manera notable en los últimos años en Córdoba”, asegura Marta Fernández Pico, fundadora del Jardín de Infantes Puente de Estrellas, ubicada en el barrio Villa Belgrano. La institución, la única de este tipo en la ciudad Córdoba, se creó en 2003 y recibe cada vez más padres interesados en una “educación diferente”. Muchos son parejas jóvenes que buscan salir de las estructuras y practican una vida sana, en contacto con la naturaleza. Puente de Estrellas (jardín y primaria), con 120 alumnos, ya tiene inscriptos para 2015.
 La educación alternativa por dentro
En la provincia hay siete centros educativos que siguen la pedagogía Waldorf, creada a principios del siglo 20 por el filósofo austríaco Rudolf Steiner. Esas escuelas se encuentran en Córdoba Capital, Saldán, Santa Cruz del Lago, Villa General Belgrano, Capilla del Monte y Villa de Las Rosas. También hay dos que utilizan el método de la genial pedagoga italiana María Montessori en la ciudad de Córdoba y en Agua de Oro.
La mayoría de ellas (a excepción de la escuela El Trigal, de pedagogía Waldorf, en Villa de las Rosas) no está adscripta al Ministerio de Educación de la Provincia.
Los alumnos rinden libre al finalizar la primaria y al concluir sexto año del secundario. Los padres llegan buscando una educación personalizada, centrada en el respeto, la libertad, el desarrollo de las potencialidades y el aprendizaje. Algunos chicos vienen de fracasar en otras instituciones (algunos hiperactivos se encuentran muy a gusto en estos espacios creativos). Otros acceden por recomendación de padres y amigos y hasta hay casos en que acuden desescolarizados, enojados con el sistema oficial.
“Las escuelas hoy son lo más parecido a una cárcel”, plantea Lucía Mengo, del Centro Integral El hogar de Ana y Giuseppe, que trabaja con el modelo montessoriano en barrio El Refugio, en Quintas de Argüello. Por eso, la institución que dirige se asemeja lo más posible a una casa, sin bancos, recreos ni timbres. Allí se siguen las ideas de Montessori, quien promovía en los inicios del siglo 20 un método que se expandió por el mundo basado en el aprendizaje por uno mismo y al ritmo de sus propios descubrimientos.
Las escuelas con modelos de enseñanza alternativa consideran que el ser humano nace con la capacidad de aprender y la necesidad de descubrir.
En la época de la intelectualización precoz, estas experiencias priorizan la observación y la experimentación. En las Waldorf se respetan las edades y los ciclos naturales de desarrollo del ser humano: no se enseña a leer y a escribir, por ejemplo, antes de que el organismo del niño esté preparado para ello. Lo mismo ocurre con las operaciones matemáticas. Los padres tienen que acompañar el proceso y en algunos casos estar dispuestos a transformarse o cambiar hábitos. Esto implica mantener una serie de pautas: comer sano, dormir suficiente, jugar y evitar la televisión y las computadoras.
“No todas las familias ni los chicos se adaptan a un modelo u otro. Todas las formas son válidas”, advierte Cecilia Cerdá, maestra de jardín de Puente de Estrellas.
Las escuelas alternativas se diferencian de las tradicionales –aseguran sus partidarios– por poner el foco en el individuo, en la autonomía, en los valores universales, el ambiente y la libertad. En algunas, no hay boletines ni calificaciones. Tampoco recreos, ni timbres o uniformes, ni bancos en fila. No se promueve la competencia entre alumnos.
“Salen fuertes, preparados. Cuando el niño siente la autovalía, tiene seguridad interna, va encontrando sus capacidades y despertándolas también”, plantea Alicia Buri, maestra de primaria de Puente de Estrellas.
La pedagogía propuesta por Steiner apunta a respetar el proceso de desarrollo de los niños para que no pierdan su curiosidad innata y su capacidad de absorber conocimientos a través de la experimentación y el contacto con la naturaleza.
Las tablas de multiplicar no se aprenden de memoria, y la lectura y la escritura llegan de forma natural, a través de cuentos, de la pintura, de la música.
Para dictar las clases en centros de pedagogía Waldorf, los maestros se forman en un seminario dictado por docentes de las escuelas ya existentes, que se realiza, desde 2004, en Mendiolaza. Cada año hay más interesados.
 Todos distintos, todos capaces
“En las otras escuelas todos tienen que ser iguales. Acá respetan más tu personalidad, tu forma de ser, tus gustos, tus habilidades. No somos todos iguales”, dice Andrés García (17), futuro estudiante de Abogacía, que cursó el secundario en la Escuela Waldorf Aurora, de Villa General Belgrano.
A este centro educativo que funciona desde hace 14 años, asiste un centenar de alumnos. Los niños que concluyen sexto grado rinden libre en la escuela San Martín de esa localidad, y los del nivel medio lo hacen dos veces al año en el Liceo Militar General Paz, a través del Sistema de Educación a Distancia del Ejército Argentino (Seadea).
“Valoro el enfoque más artístico y personal de las cosas, no es una educación que trate de unificar, sino que se contemplan las características personales”, asegura Milena Moria (18), también alumna de Aurora.
“Es bárbara la experiencia. El objetivo no es incorporar contenidos sino generarles inquietudes y mucho entusiasmo para lo que vendrá después. Aprenden a través del movimiento, de los colores, de dibujos, de la música y la pintura. A las tablas, las aprenden cantando y saltando la soga. Lo mejor es que los chicos van y vuelven contentos de la escuela”, subraya Mariana Taglioretti, mamá de una niña del primario que asiste a Aurora.
Milagros Martín (17) pasó por todo tipo de colegios, públicos, católicos, privados exclusivos en la ciudad de Córdoba y en Rosario, hasta que llegó al establecimiento de Villa General Belgrano. “No sólo crecemos en el aspecto intelectual o artístico, sino también en el humano. La relación que hay entre un profesor y el alumno es más cercana”, rescata.
Federico Boretti (17) empezó tercer grado en una escuela de pedagogía Waldorf. “En las otras escuelas me sentía incómodo, no tenía ganas de ir. Acá te dejan ser. Es más divertido e interesante”, opina. Su compañero Nahuel Distefano (17) cree que en este tipo de escuelas se pueden desarrollar las capacidades individuales.
Liliana Trucco y Dante García son padres de tres adolescentes que cursan el secundario en Aurora. La pareja asegura que la elección de una educación alternativa les cambió la vida. “Es otra mirada del ser humano. Desde lo educativo, respetan los tiempos de cada chico. Respetan la individualidad y trabajan la voluntad de la persona (...) Tienen contacto cercano con la naturaleza, trepan árboles, cavan pozos, hacen barro y la huerta. Mis niños fueron felices”, cuenta Liliana.
Cecilia Kholmeyer agrega: “Es lo que queremos: que no sea un tedio ir al colegio”.
María Antonia González y Oscar Nadra son padres de un adolescente que comenzó en este tipo de escuelas a los 4 años. Ahora tiene 14 y nunca quiso faltar. “Nunca hubo episodios de violencia. Acá ni se sabe lo que significa la palabra bullying ”, subrayan.
Docentes y padres aseguran que al egresar los chicos están preparados para adaptarse a cualquier institución. Marco Antonio (56), que trabaja como docente hace 30 años con la pedagogía Waldorf, asegura que el método permite ver al ser humano “como una obra de arte”.
Para la maestra Andrea Rosenberg, de Aurora, “que sea una escuela ‘libre’ no quiere decir que no haya reglas o que los chicos hagan lo que quieran, sino que puedan hacer lo que corresponde a cada momento”.
“La diferencia más grande con el método tradicional es que se respeta al niño como ser individual, junto con su maduración, con su crecimiento físico”, plantea Christine Kruse, directora del primario de Aurora. En la escuela tradicional quizás nos abocamos más a la transmisión de contenidos y no al respeto del individuo, que tiene capacidades y dificultades”, agrega.
 Montessori, maestra
“María Montessori trabajó en dos líneas: educar para la paz y cuidar el medioambiente”, explica Lucía Mengo, fundadora del centro integral montessoriano El hogar de Ana y Giuseppe, en barrio El Refugio, Córdoba. “El docente es un guía, un observador que acompaña”, agrega. El modelo difiere del Waldorf. El de Montessori es similar al de las escuelas rurales, con salas que comparten chicos de diversas edades (los más grandes ayudan a los más pequeños) y ciclos que parten desde los 45 días de vida hasta los 18 años. No hay timbres, no hay bancos, las escuelas se parecen a una casa de familia. Ingresan a las 9; no hay actos ni “formación militar” frente a la Bandera; no hay notas ni evaluaciones. Se trabaja en el piso, hacen yoga, utilizan materiales nobles. “Los verdaderos maestros son los compañeros”, dice Mengo. Las libretas son conceptuales que indican los logros. La educación se completa con la Escuela para Padres, que se reúnen una vez por mes y donde no se habla sobre los niños, sino sobre los límites y las inseguridades.
 “Los padres buscan una educación más humana”, por Miguel Ortiz
En Villa de las Rosas, unos 15 kilómetros al noreste de Villa Dolores, funciona la escuela El Trigal, basada en la pedagogía Waldorf y creada hace 16 años. Asisten alrededor de 90 niños a una sala integrada de jardín (3 a 6 años) y al primario, de primero a sexto grado. Para el año que viene, proyectan la creación del nivel secundario.
“Los padres se acercan a esta escuela buscando que sus hijos reciban una educación con una mirada más humana, que tengan mayor contacto con la naturaleza y que aprendan valores que les sirvan para la vida. Muchos se van de los hiperestímulos de las grandes ciudades y piensan en cambios de vida integral”, cuenta Anahí Verónica Crivelli, docente del nivel inicial.
A la escuela (la única en su tipo adscripta en el Ministerio de Educación provincial) casi no asisten lugareños. En su mayoría son hijos de familias provenientes de las grandes ciudades, cuyos padres en muchos casos eligieron radicarse en el lugar por la existencia de El Trigal.
“Creo que los niños obtienen con esta pedagogía mucha tranquilidad, la posibilidad de disfrutar del juego, de aprender todas las disciplinas de una manera más alegre y creativa porque aquí el aprendizaje gusta y no genera tensión”, explica Crivelli.
Los egresados de esta escuela ya son unos 100 y se insertan en las escuelas comunes de la zona. “Nuestros egresados son alumnos muy despiertos y críticos, se pueden exponer sin vergüenza para manifestar su opinión. Si bien no les cuesta el paso a la escuela común, es cierto que deben adaptarse a un sistema más duro, basado en lo racional y no en lo creativo y emocional”, subraya la maestra.
La escuela tiene una estructura horizontal y democrática. Cuenta con una comisión directiva integrada por padres y docentes. El director es elegido cada dos años por sus pares (maestros) con el fin de rotar la responsabilidad.

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